Hoy sí, hoy es el día en el que me apetece escupir vivencias, recuerdos y reflexiones que tengo silenciadas en un lugar oculto y recóndito de mi corazoncito.
Con certeza afirmo que todos o casi todos los seres humanos nos preguntamos, nos sorprendemos y con frecuencia juzgamos, muy a menudo, ciertas reacciones que los demás acometen hacia nosotros en respuesta, quizás, a algo que nosotros hemos provocado a que se produjera.
Siempre vemos mal lo que hacen los demás, cómo actúan o cómo nos responden sin cuestionarnos que quizás, nosotros, hemos encendido alguna mecha provocando que algunas personas salgan espantadas de nuestro lado o no quieran tener más apego hacia nosotros.
A veces creo que la empatía es un don. Tener la gran capacidad de ponerse en el lugar del otro para vivir sus emociones, deseos y frustraciones y entender y disculpar así su actitud hacia nosotros.
Una vez alguien me dijo que si todos los seres humanos fuésemos empáticos, se acabarían los problemas en el mundo; la pobreza, la miseria, la venganza, el odio, la violencia...
Y reconozco que somos demasiado egoístas. Que sólo vemos el mal o el feo que nos hacen a nosotros pero incapaces somos a su vez de entender el por qué.
Todo el mundo tenemos nuestros motivos pero somos egoístas y sólo vemos la paja en el ojo ajeno.
Algo parecido ocurre con la Amistad. A veces creo que la amistad es egoísta, como lo es el amor. Todos queremos tener amigos pero muy pocos estamos dispuestos a convertirnos en uno.
Yo, de tanto que di durante toda mi vida aprendí a recibir. Me hundí tantas veces que aprendí a comprender que al día siguiente iba a volver a levantarme. Me he visto tan sola que aprendí a acompañarme a mí misma. Intenté ayudar tantas veces a los demás que aprendí a ayudarme yo misma. Hago lo que quiero, cuando quiero y como quiero y los demás que hagan lo que quieran sin que cuestionen ni juzguen por qué yo lo hago o lo dejo de hacer. Cada uno tiene sus motivos.
Me encoraja que haya amigos que me juzguen cuando a lo largo de toda mi vida no he tenido uno de verdad. He vivido situaciones drásticas en mi vida, vi cómo una de las personas que más quiero se iba de este mundo, vi cómo me maltrataban en la escuela, vi cómo sufría desengaños, vi cómo los problemas familiares crecían, vi cómo sufrí enfermedades, vi cómo la vida se me venía abajo una y otra vez y no quería levantarme, vi cómo me hacía daño a mí misma, vi cómo viví el desamor, vi tantas cosas que nadie vió conmigo... y nadie estuvo a mi lado de la forma en que yo lo necesitaba, que el concepto de la amistad me cambió. La verdadera amistad es la familia, la única que de verdad y de la forma en que yo lo necesitaba, estuvo siempre a mi lado.