Y resurgió de sus cenizas cual ave fenix, embriagada por el suave y delicado tacto de sus dedos. Le acarició la ligera fibra de su ánima y despertó aturdida de su profundo letargo, dejándose llevar por el dulce sabor a mermelada que le transmitían sus carnosos y seductores labios. Sedienta y sofocada, su garganta le abrasaba por un deseo desesperado de saciar su sed, aridez que no podía ser saturada en aquel impulso prolongado.
Miró sus ojos durante unos minutos y comprendió que aquella pobre víctima ya no tendría escapatoria. Le respondió con una media sonrisa y organizó en su cabeza las distintas maneras de las que podría disfrutar de aquella golosina tan vulnerable y placentera, y acto seguido desprendió aquella droga adictiva de la que él ya no podría deshacerse...
Es un placer volver a leerte, primaaa. Besos.
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