Blog de Tina

"Pensamientos y reflexiones de una mente divagada..."

martes, 1 de diciembre de 2009

La ventana...


Las 02:00 a.m. y mi inconsciencia no se había pronunciado todavía. Quise observar una vez más por aquella ventana a la cual me asomaba todas las noches, pero esta vez, el paisaje se presentaba distinto. El azul intenso del cielo se tornaba en un negro profundo y solitario. Y ni siquiera había estrellas que contemplar…
Mi instinto meteorológico me decía que el tiempo iba a cambiar, como se cambia del caluroso verano sofocado al frío invierto cortante. Algo en ese oscuro y negro cielo iba mal. Lo presentía, pero no quise ver más allá de lo que mis ojos veían, así que a las 03:00 a.m. obligué a mi inconsciencia a que hiciera acto de presencia.

Las 06:00 a.m. y mi mano izquierda sintió un leve cosquilleo frío y húmedo. Aquellos ojos felinos me miraban fijamente preocupados. Sí. Él también lo había sentido a través de sus largos y pronunciados bigotes.
Debí haber manifestado espasmos durante aquellas horas por lo que esos ojos brillantes y preocupados me estaban intentando transmitir. Y mis lamentos debieron haber sido muy fuertes y prolongados, pues su suave pelaje hacía el amago de acariciarme y tranquilizarme…

De pronto me vino un flash en forma de imagen. El cielo. Tenía que volver a mirar el cielo para comprobar que aquella catástrofe que presentí, solo pertenecía a mis más oscuras y dolorosas pesadillas.

Sentí pánico, pero sabía que tenía que hacerlo y tomar cuanto antes una decisión. Una decisión que suponía suicidar una parte de mí.
Mi cuerpo temblaba y mi mente me quería hacer creer que tenía frío. Transcurrían los segundos como fuertes latidos capaces de despertar hasta al más profundo de mis demonios. Una ráfaga de aire me erizó los vellos mientras mis manos, involuntariamente, abrieron la ventana. Lo sabía. En lo más profundo de mi ser lo estaba sintiendo. Aquel cielo oscuro y aterrador era tan real como el dolor que podía sentir en mis pulmones que se perforaban cada vez con más intensidad.

El final había llegado, tal y como yo esperaba.

Aquellos ojos felinos que me observaban con curiosidad cada vez se apreciaban más borrosos, turbios, nebulosos y húmedos…Pero esa humedad recorrió mis mejillas y comprendí que no eran ellos los que se difuminaban. Eran los míos que desesperados luchaban para no desbordarse.
Dio media vuelta y desapareció tras la puerta. Elegante y silencioso mientras contoneaba sus caderas dejando atrás aquella situación tan desesperante. Quería que le siguiera, como si quisiera mostrarme que había otra salida. Le comprendí. Comprendí que no debía volver a contemplar ese paisaje oscuro y doloroso para mis ojos.
Supe, que jamás volvería abrir aquella ventana y que mi rastro quedaría tras la puerta...