Blog de Tina

"Pensamientos y reflexiones de una mente divagada..."

martes, 12 de octubre de 2010

Orgullo y rencor, un bálsamo para el dolor

Fueron como disparos atravesando el corazón cuando descubres que algo ha cambiado.
Tan solo unas simples palabras. Eran simples palabras que juntas formaban un mensaje directo y claro. Tan claro como para no sacar equívocas conclusiones.
La idea de que así fuese era tan sucia y dolorosa que hasta mi propia razón renegaba de ella. No podía ser. Dolía demasiado como para aceptarla. Aceptar el cambio y entregar lo que antes me pertenecía a los brazos de Morfeo.

Maldita razón que toda  razón tiene. Y lo peor de todo era el no poder manifestarse ante esta situación porque no tenía derecho.
Era justo y coherente, y realmente nada me pertenecía pese a que mis ganas así lo dictaran. Una contradicción del sí y el no. Juntos luchaban enfrentados entre la noche y el día, totalmente opuestos.

Y ahora es Odio, rencor y orgullo lo que en mi cuerpo recorre como un veneno que cada vez me hace más fuerte ante la amarga y dolorosa realidad.
Qué otra reacción podía esperar ante mis constantes negativas. Era lógico y real, tan real como el dolor y tan lógico como mi orgullo. Pero reconocía nuevamente esa sensación de placer y satisfacción al defender mi dignidad regocijándome en el barro de mis relego. Era un bálsamo que desintegraba el sentimiento opuesto pero a su vez, placentero.

Tenía suerte de ser menos humana que el resto de los seres. Definitivamente era mi herencia y gracias a esos genes, mi interior sabía que sería fácil salir de ese trance y aceptar la realidad.
No odiaba esa parte inhumana de mí, cómo podía odiarla aunque a veces creyera que estaba mal, que era un mal para lo ajeno. No. Era parte de mí y me ayudaba de una manera descomunal a no sentir dolor ante las reacciones humanas. Me ayudaba a aniquilar y destripar sentimientos dolorosos en segundos, en el tiempo que se puede llegar a clavar en tu mente y tu corazón una simple frase lógica y razonable.
Tarde o temprano tenía que ocurrir y ya había transcurrido el tiempo más que necesario para que así fuese.

Ya era un hecho inevitable y ahora en el final de estas líneas lo agradezco, porque sabía que era la única forma de despertar de mi letargo, aunque lo hiciese convertida en una bestia, una bestia a la que el odio la envolvía con sus brazos para hacerle el amor una y otra vez hasta que el tiempo la saciara lo suficiente como para volver a su forma humana.