
Observo la pantalla de luz durante unos lamentables minutos, esperando, quizás, a que la tinta interior se disuelva de su coágulo.
Regreso a reflexiones pasadas, sentimientos involucionados que reviven en una mente moderna. Descontrolados se pasean sin rumbo, sin objetivos ni orientación, y descubro que desconfían y se acobardan en un rincón perdido de la conciencia y la razón.
- ¿Qué pretendo?
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